Todo era normal hasta el momento en los previos a la salida. Retrasos, olvidos, compras de última hora. Lo habitual.

Media hora después, en camino. Tarde, pero en camino. Todo parecía tranquilo en nuestro periplo. Destino: Seminario de Gilbert Milliat, CARD de Sierra Nevada.

18:30 Autovía A-4 Madrid – Córdoba Km. 150

A eso de las 18:30 el móvil de Raúl recogió la primera llamada de alerta de los compañeros que ya estaban en en la zona desde por la mañana.

– Nada, aquí estamos jugando un partidillo de baloncesto… ¿os queda mucho? Abrigaros porque estamos a – 4º

Nos miramos y luego miramos el calendario por si un capricho del espacio – tiempo nos hubiera transportado a un momento anterior, quizás una era glaciar donde lo normal era echar un tute entre mamuts y dientes de sable.

– ¿Pero qué dice este tío? ¿Se está quedando con nosotros?

19:15 Autovía A-4 Km. 219 Madrid-Málaga

A la hora, las noticias se sucedían de forma inexorable. La siguiente llamada fue de Diego que, junto a Tomás y Sole, había salido un poco antes.

– Oye, que esto está todo nevado y parece que son obligatorias las cadenas. El caso es que no llevamos, no sabemos hasta donde podemos llegar, estamos quemando la ruedas, ¿vosotros sí lleváis?.

Sí, claro, llevo cadenas a finales de abril en el coche y también provisiones y un par de rifles por si tenemos que cazar algo, no te jode … – ¿pero es que hoy es el día de los inocentes? – pensamos.

Una sensación de intranquilidad se empezaba a adueñar de mi ánimo. Al ritmo que íbamos y contando con alguna parada, llegaríamos a Granada a eso de las 21:30. Lo que nos dejaba un margen de unos 45 minutos hasta llegar al CARD. Es decir, íbamos directos a una inesperada tormenta de nieve que nos iba a mantener incomunicados, sin cadenas, en noche cerrada y, a mí particularmente, vestido como el protagonista de un anuncio de de máquinas bronceadoras.

– Me cago en la leche, me cago en el puto cambio climático, me cago en tó- mascullé.

Al cabo de una hora, volvimos a llamar al grupo que estaba subiendo Sierra Nevada, y después de intentarlo un par de veces conseguimos que nos cogieran el teléfono.

– Nada, aquí estamos, acabamos de dejar el coche tirado en la cuneta. Vamos a ver sin en el CARD nos pueden ayudar, ya no subíamos más. No se os ocurra subir sin cadenas, que esto está impracticable.

Joder, joder, joder ¿pero esto que es? ¿A que nos toca dormir en Granada? Podríamos decir que en ese momento mi ánimo era similar al del capitán del Titanic, cuando le informaron «capitán, tenemos un problemilla con un trozo de hielo» y descubrió que el segundo oficial no se refería a la rotura accidental de un vaso de gin-tonic en el comedor.

Convocado el comité de crisis, llegamos rápidamente a una conclusión. Teníamos dos opciones, o dormir en Granada o comprar unas cadenas de urgencia. Bueno, existía una tercera, pero no se contempló por la sana recomendación de la OMS de no dormir vestido en camiseta expuestos a ventiscas de nieve.

Afortunadamente contábamos con la presencia de una mujer en el coche, que listas como son las jodías, llamó a información, pidió el teléfono de Carrefour, allí pidió el teléfono del Carrefour de Granada, llamó allí, pidió que le pasaran con el servicio del automóvil, habló con ellos, confirmó su dirección, las existencias de cadenas y una breve descripción de cómo llegar. Todo esto sin despeinarse. Mientras, en la parte masculina de la tripulación, la circunstancias ya nos habían ganado por la mano y estábamos resignados a cazar algún alce, vestirnos con su piel, beber su sangre y pasar la noche en un iglú construido con nuestras manos.

Puse pues proa hacía Granada y nos dirijimos allí a toda máquina.

Camino del polo

21:30 Autovía de circunvalación de Granada. Granada.

– Joder, joder, joder, que no veo nada con esta mierda de lluvia. ¿Donde coño dices que está el puto Carrefour?

– No sé, la piba esa ha dicho que era por ahí y algo relacionado con una rotonda- mi copiloto acompaña la contundente frase con un gesto vago de la mano.

– ¡¡JODER, JODER, JODER!!!

21:50 Autovía de circunvalación de Granada. Granada. Aún.

– ¡AHÍ, AHÍ! Gira… ¡que gires, coño! ¿no ves el cartel del Carreful?

– Oye, que esto no es un puto F-16 ¿sabes? Tengo que ir por lo negro y preferiblemente haciendo caso a las luces verdes y rojas (siempre he considerado esas lucecillas ámbar como verdes)

21:52 Parking del Carrefour. Granada.

– ¡¡¡¡Aaaaahhh!!! ¿Pero no ves la señal de prohibido?

– ¿Pero en qué quedamos? ¿Queréis llegar o no? Si sólo son 30 metros.

– Ya, ya, pero tres estaban ocupados por otro coche, y creo que te estaba diciendo algo sobre no sé qué de tus muertos.

-¡Bah!, de verdad que aquí la gente es mogollón de rara. Hala, ya estamos, bajad a comprar las cadenas.

En aras de la eficacia dividimos el grupo en una pareja y un trío, y cada uno fue a comprar en un sitio diferente, unos en el Carrefour propiamente dicho y otros en una tienda especializada en automóviles que estaba en la entrada (de cuyo nombre no quiero acordarme). A ésta última hubo que acceder por el vigoroso método de aporrear la puerta y gesticular con energía. Los muy vagos ya se querían ir a casa.

21:59 Carrefour. Sección del automóvil.

– ¿Qué pasa? ¿Os han abierto? Vale. ¿Cuánto cuestan? ¿CUANTO? Sí, sí, no, si serán buenas… por ese precio.

Esta conversación la mantenía por teléfono con Iván, que estaba en la tienda de la entrada y donde, amablemente, le estaban ofreciendo el producto más caro del mercado con un gran sonrisa. Yo tenía en mis manos unas cadenas de tela de un precio notablemente inferior que vendían en el Carrefour (Nota: ¿por qué las llaman cadenas, si son de tela?)

– Oye, yo tengo aquí unas más baratas, pero no tengo ni idea de si merece la pena o no las que tú tienes….vale, joder, no me metas prisa

Miro angustiado a Raúl por si él me puede echar una mano en la decisión. Raúl, cuya relación con la nieve es aproximadamente la mitad que la de un bosquimano. Por supuesto me mira con cara de «a mí que me cuentas». Sigo la conversación con Iván, cuyo estado mental es agitado debido a la sonrisa helada del dependiente.

– Que sí coño, que ya sé que te están esperando, espera tú un momento. ¡¡¡AAAAAAAHHHGGGG, está bien, coño, coge las mega cadenas esas, que me estáis volviendo loco!!!, ya veremos como arreglamos lo de los 100 € que cuestan. Diosss, que ganas de llegar y tomarme una birra. Como no podía ser de otra manera, justo treinta segundos después de colgar, encontramos unas cadenas por 23 €.

22:30 Ascendiendo por la carretera de Sierra Nevada.

Noche cerrada, carteles repetitivos: cadenas en 10 km, cadenas en 8 km, cadenas en 6 km…

– ¿No ponía que había que usar cadenas a partir del km 28? Pues aquí no hay nieve. ¿Qué pasa que va a aparecer de repente?

Subrayando nuestro desconcierto una máquina quitanieves surge fantasmalmente de la oscuridad. Su pala va dejando un rastro de chispas al rozar la calzada, exenta ésta del blanco elemento. Observamos en silencio como pasa.

22:40 Km. 28. del ascenso a Sierra Nevada

– Por Dios que alguien me diga que ve algo de nieve.

Nada. Sí, un poco aquí, un poco allá, pero nada que nos impida seguir a buen ritmo.

22:43 Aproximadamente km. 30 del ascenso a Sierra Nevada.

Como un naúfrago que divisa un barco. Como un sediento que ve un lago. Así mirábamos nosotros las primeras muestras de nieve sobre la carretera. Una sensación de alivio se extendió por el grupo: no éramos cinco gilipollas. Había nieve en el asfalto. Las cadenas estaban justificadas.

Duró poco. Pedro, más experimentado en asuntos nevados que el resto, dijo que eso «ni era nieve ni era ná» y con el gracejo maravilloso de los de MadriZ dejó caer la celebérrima frase de: «tira p’lante». Y p’llá que fui.

22:45 CARD de Sierra Nevada.

Juro que aparqué en la puta puerta del CARD sin necesidad de poner un pie en el suelo en todo el trayecto. No sabía si sentirme orgulloso o comerme la cadenas.

-¡La madre que me parió! No me lo puedo creer. ¿Pero cómo es posible que hayamos llegado sin cadenas?

Conclusión: No te fíes del tiempo, no te fíes de lo que dicen los demás, no te fíes de los vendedores que tienen que abrirte la tienda porque estás desesperado por comprar algo, no te fíes de los carteles de tráfico. Y sobre todo: no te gastes 120 € en unas cadenas que no vas a necesitar.

En fin, al menos hubo tiempo para unas birras y una charla. Aquí está el grupo (faltan Iván y Gema). A la mañana siguiente el curso empezaba temprano. Naturalmente nos acostamos los últimos.

Por fin reunidos y con una birra

PD. Tomás, el chico que está a mi lado, al fondo con la camiseta blanca, sentado en la mesa, está vivo. No es un maniquí que hemos puesto allí de relleno

Continuará con las impresiones del curso propiamente dicho.