Un maestro zen descansaba junto a su discípulo. En determinado momento sacó un melón de su alforja, lo partió en dos, y ambos empezaron a comer. En el medio de la merienda, el discípulo comentó:
-Mi sabio maestro, yo sé que todo lo que Ud. hace tiene un sentido. Compartir este melón conmigo tal vez sea una señal de que tiene algo que enseñarme.
El maestro continuó comiendo en silencio.
-Por su silencio, entiendo la pregunta oculta -insistió el discípulo- Y debe ser la siguiente: el sabor que estoy experimentando al comer esta deliciosa fruta dónde está: ¿en el melón o en mi lengua?
El maestro no dijo nada. El discípulo entusiasmado prosiguió:
-Y como todo en la vida tiene un sentido, pienso que estoy cerca de la respuesta a esa pregunta: el sabor es un acto de amor e interdependencia entre los dos, porque sin el melón no habría un objeto de placer, y sin la lengua…
-¡Basta! -dijo el maestro. -¡Los más tontos son aquellos que se juzgan inteligentes, y buscan una interpretación para todo! El melón es sabroso y eso es suficiente, ¡ahora déjame comer en paz!
Del libro «Carne de zen, Huesos de zen
Gracias por publicar en tu Blog una de mis entradas; el libro te lo recomiendo. Está lleno de cuentos zen de gran sabiduría.
Un saludo cordial
Carmen Moreno Martín
alias Hannah
No, gracias a tí Hannah por hacérmelo conocer. Ya estoy detrás de él.
Me resultó interesante el cuento, además de muy gracioso, porque es verdad que, por supuesto a mi humilde nivel y en el ámbito del aikido, noto que todos los actos de un maestro están sujetos a un detenido escrutinio por parte del alumno. Sólo cuando se entiende la humanidad del maestro es cuando se empieza a entender su verdadera valía.
¿Ves ya me he puesto filosófico?
A los interesados aquí están los datos completos del libro:
“Carne de Zen, huesos de zen”
ISBN: 8441406995.
Editorial: Edaf
Precio 7,50 (Casa del Libro)