Tu ne quaesieris (scire nefas) quem mihi, quem tibi fienm di dederint, Leuconoe, nec Babilonios temptaris numeros. Ut melius quicquid erit pati! Seu pluris hiemes seu tribuit Iuppiter ultimam, quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare Tyrrenum, sapias, vina liques et spatio brevi spem longam reseces. Dum loquimur, fugerit invida aetas: carpe diem, quam minimum credula postero
No busques el final que a ti o a mí nos tienen reservado los dioses (sacrilegio saberlo), Leuconoé, y no te dediques a investigar los cálculos de los astrólogos babilonios. ¡Vale más sufrir lo que sea! Puede ser que Júpiter te conceda varios inviernos, o puede ser que éste, que ahora golpea al mar Tirreno contra las rocas de los acantilados, sea el último; pero tú has de ser sabia, y, mientras, filtra el vino y olvídate del breve tiempo que queda amparándote en la larga esperanza. Mientras estamos hablando, he aquí que el tiempo, envidioso, se nos escapa: aprovecha el día de hoy, y no pongas de ninguna manera tu fe ni tu esperanza en el día de mañana
Horacio «Odas»
Siempre he sido de la opinión de que los nombres elegidos para identificar a algo o a alguien deben tener un significado para quien los elige. Por esta razón he estado devanándome los sesos en los últimos meses intentando encontrar un nombre que pueda expresar de forma breve e inequívoca mi principal enfoque en la práctica del aikido. No encontraba adecuado ni significaba nada para mí el referirme a él como «Club Aikido Alcobendas». Primero, porque los motivos de que se llamara así no tienen nada que ver con una elección, sino más bien con el aprovechamiento de un nombre ya preexistente. Segundo, porque afortunadamente no sólo los practicantes provienen de Alcobendas sino de variadas ciudades y pueblos de los alrededores, incluyendo Madrid. Y tercero, debemos ir adaptando las circunstancias de nuestro grupo a las nuevas expectativas que se van creando, ya que es probable que en un par de años algunos de vosotros podáis empezar a tomar ciertas responsabilidades docentes, ya en El Molar tenemos el ejemplo de Manolo, y sería interesante que dentro de la denominación de Club Aikido Alcobendas surgiesen distintos dojos que en sus nombres mostrasen la personalidad de aquel que los dirige. Por lo tanto me siento en la obligación de explicar los motivos del nombre que he elegido.
Como muchos de vosotros no ignoráis soy asiduo a la lectura de historia y particularmente admirador de la cultura clásica. Asimismo, la lectura de obras de filósofos que se encuadran en ese período histórico, principalmente de la escuela estoica, ocupa buena parte de mi tiempo libre; en cierto modo encuentro que las enseñanzas que se pueden extraer de los escritos de los principales autores de esta escuela son ciertamente similares a los que se pueden encontrar en la cultura japonesa y en particular en el bushido. Lamentablemente, mi acceso a ésta última por lejanía cultural y académica se ve bastante disminuído, limitado a la información que cualquier lego pueda reunir por su mero interés personal, sin las facilidades – merecidas – a las que que alguien más próximo a un ambiente académico, de cualquier índole, tenga acceso.
En fin, hace algunos meses estaba releyendo el libro de Mitsugi Saotome «Aikido y la armonía de la naturaleza» cuando caí en cuenta de que el capítulo XI comenzaba con el kanji que significa Tada Ima , término que el traductor traslada al castellano como «el momento presente». Cuando leí este libro por primera vez no relacioné este concepto con nada conocido – era practicamente un adolescente y mi capacidad relacional estaban más bien dirigida hacia el otro sexo – pero esta última ocasión sí pude interpretar una cierto paralelismo con un aforismo latino bastante utilizado: «Carpe Diem». Como todos conocéis, la traducción literal del latín es «cosecha el día» pero en relación con su contexto (que podéis ver al comienzo de este escrito) toma un significado más similar a «aprovecha el momento». No creo que Horacio pensase que de sus consejos a la joven Leuconoé iban a hacerse eco filósofos posteriores y serviría de base al acerbo cultural de tantos países, ni desde luego que un humilde profesor de aikido iba, aproximadamente dos mil años después, atreverse a recordar sus palabras para unirlas a otro concepto similar atesorado a miles de kilómetros de distancia en una sociedad totalmente distinta, pero así es.
«Tada Ima» y «Carpe diem» dos conceptos que se unen desde su lejanía de nacimiento en otorgar la importancia al presente y disminuir nuestro interés en lo pasado y lo futuro. Algo de verdad debe haber cuando han coexistido dos corrientes tan similares en países culturalmente tan alejados. Apartadas en sus usos y costumbres de sus sociedades pero unidas en su certeza de que el mejor medio para mejorar es aprovechar, vivir, intensamente el presente.
Marco Aurelio en su libro «Meditaciones» nos da este consejo:
Si separas de tu guía interior todo lo que depende de la pasión, lo futuro y lo pasado, y te haces a ti mismo, como Empédocles «una esfera redonda, ufana de su estable redondez», y te ocupas en vivir exclusivamente lo que vives, a saber, el presente, podrás al menos vivir el resto de tu vida hasta la muerte, sin turbación, benévolo y propicio con tu divinidad interior.
La frase «vivir exclusivamente lo que vives», más allá de una tautología es un manera de expresar que cualquier preocupación por el pasado o el futuro, para el sabio, es irrelevante. Otro poeta, Marcial, lo expresa como sólo la lírica puede hacerlo, cuando recomienda a su buen amigo Julio lo siguiente:
Non est, crede mihi, sapientis dicere ‘Viuam’ sera nimis uita est crastina: uiue hodie
No es, créeme,propio de un sabio decir «viviré». La vida del mañana es demasiado tarde: Vive hoy
Por lo tanto no me queda ninguna duda, en términos filosóficos, de que abandonando las preocupaciones por el pasado y el futuro, podemos alcanzar la plenitud en el presente, algo que conecta la escuela budista Zen con la escuela estoica occidental. ¿Pero, y en el aikido? No hay ninguna duda que el aikido tiene un importante componente ético, pero de igual modo evidente lo tiene físico. Como ya he comentado en alguna ocasión ambos están, y deben estar, unidos de forma indisoluble.
Analicemos pues en profundidad cómo y donde nos lleva Tada Ima/Carpe diem en nuestra práctica. Es comprensible facilmente con un ejemplo: un practicante de cualquier grado y experiencia en el momento de situarse de rodillas en línea junto a sus compañeros, al comenzar mokusso abandona al pasado y renuncia al futuro, preparándose para la práctica, en el aquí y el ahora. Aplica «Tada Ima». Está dispuesto para «Carpe Diem». Yo pregunto: si abandona toda ilusión de lo conseguido – el pasado – y renuncia a especular sobre los logros futuros ¿en qué se convierte? Exacto, es un nuevo practicante, un principiante. Y esto, correctamente aplicado hace posible renovar su alma de principiante indefinidamente. Desde el mokusso inicial al mokusso final ha vuelto a sus orígenes, a su primer día. En cierto modo es paradojico: abandonando el pasado, lo ha recuperado convirtiéndolo en presente; renunciando al futuro, se prepara mejor y más intensamente para él.
De vuelta a nuestra búsqueda y dicho esto, existe un problema importante a la hora de encontrar un nombre que resulte a la vez acorde a nuestros sentimientos, lo suficientemente original para no ser confundido y adecuadamente contrastado para que su semántica no se aparte de lo que queremos expresar. Tal y como he comentado en el inicio del escrito la mayoría de nosotros encontramos una gran escasez en el acceso a información sobre cultura japonesa, sobre todo a la que nos interesa, las artes marciales, y que no está tan extendida como nos gustaría suponer, incluso en el propio Japón. Al igual que por aquí no hay manuales sobre tauromaquía por todos lados, allí no los hay sobre artes marciales ni filosofía. Somos bastante más simples en nuestros intereses cotidianos, tanto allá como acá, me temo.
Por lo tanto el resultado no puede ser otro que una gran repetición en los nombres de diferentes «dojos» : tada ima, katsujinken, mokusso, marubashi, etc, son términos extraordinariamente repetidos en simples búsquedas por internet, ya que en aikido unos y otros llegamos, quizá inevitablemente, a las mismas conclusiones. Defiendo a priori no buscar más allá de nuestras fronteras y acerbo cultural lo que en nuestro propio idioma podemos definir perfectamente, con más riqueza léxica y sustentado en tradiciones enormemente más cercanas. Sin embargo esto nos lleva, por otro lado, a una inevitable confrontación estética entre nuestra cotidiana parafernalia japonesa (dicho en el más respetuoso sentido del término),
abarrotada de caracteres desconocidos para la mayoría de nosotros, y nuestros sólidos vocablos castellanos en los que nos encontramos, al menos yo, bastante más cómodos pero que no sabemos integrar armoniosamente en nuestro entorno de práctica.
¿Qué hacer? pues como todos sabéis había tomada la decisión de llamar nuestro grupo Tada Ima, pero por diversos motivos que entrar a valorar ahora resultaría muy largo de explicar – y esto se está haciendo muy largo , lo reconozco – prefiero abandonar este término y por todos los motivos expuestos, todas estas idas y venidas, búsquedas, convicciones e ideas, me gustaría definitivamente que nos pudiésemos referir a nuestro grupo con un término, un
adjetivo, que nos va a definir cuando aplicamos las enseñanzas que se desprenden de Tada Ima y Carpe Diem. El adjetivo es: PRINCIPIANTE. En japonés la forma referirse a un pricipiante es: SHOSHINSHA
- sho: comienzo, primero (como en shodan)
- shin: corazón, mente
- sha: persona
Es decir la traducción es «persona con mente primeriza», o ajustándolo un poco me gustaría verlo más como «corazón de principiante» ya que el kanji shin se escribe igual para hablar de kokoro: corazón.
Así pues, aplicando correctamente los que pienso, somos una asociación de principiantes, o dicho en japonés SHOSHINSHA-KAI. Este es el nombre que he elegido. Espero que lo compartáis y valoréis pues engloba muchos conceptos que nos harán mejores en nuestra práctica.
«LOS DIEZ VALORES DEL SAMURAI»
EL VALOR DE LA VIDA POR SI MISMA:
Acepta la vida como un regalo y celébrala cada día. Es tu posesión más valiosa, tal vez la única. Trata de darle un sentido incluso en los momentos en que ningun sentido parece posible.
EL VALOR DEL SILENCIO REPARADOR:
Cuando las voces se agolpen en tu cabeza, cierra los ojos y pacifica tu mente. No luches contra el ruido, simplemente ignóralo y abandónate. Solo así escucharas la voz de tu corazón, que es la más importante.
EL VALOR DE LOS OBJETIVOS:
Caminar sin dirección conduce a ninguna parte. Ante la duda, elige el camino de los objetivos alcanzables y procura que estos sean hijos de tus deseos.
EL VALOR DEL AMOR PRIMORDIAL:
Sólo a partir de un amor primario es posible proveerse de la confianza necesaria para construir sentido. Y para crear valor. Seguramente lo tuviste y lo has olvidado. Recupéralo. Y si no lo tuviste, intenta construirlo.
EL VALOR DEL DUELO:
Acepta la tristeza de la pérdida y no le niegues el espacio que necesita para expresarse. Un duelo no elaborado es un fantasma que te perseguirá hasta que le prestes la atención suficiente.
EL VALOR DE LA AUOESTIMA. EL VALOR DE LA LIBERTAD:
Conócete. Identifica las cargas que otros han puesto sobre tus hombros y que te impiden ver tus deseos y ejercer tu libertad de elegir.
EL VALOR DE LA IMAGINACION:
La imaginación puede mover montañas. Literalmente. Ejercítala y luego preséntale a tus ilusiones. Es importante que se conozcan. Cierra los ojos y piensa en los sueños que te gustaría hacer realidad. Al hacerlo ya has empezado a construirlos.
EL VALOR DEL RESPETO A LA NATURALEZA:
Aceptarte como parte de la Naturaleza te ayudará a diluir tus urgencias vitales y a considerar la muerte como parte de la vida. El respeto a la Naturaleza es también un gran analgésico, pues te garantiza que después de la tempestad llega la calma. Basta con ser paciente.
EL VALOR DE LA ALTERIDAD:
Ponte en el lugar de los otros y deja que otros se pongan en el tuyo. Entenderás que no estás solo/a y eso diluirá tus miedos. El miedo se divide al compartirlo; el amor se multiplica.
EL VALOR DE LA CREACION EL PRINCIPIO Y EL FINAL:
Es nuestro origen y nuestro destino como seres humanos. Si eres valiente y creas valor alrededor de ti, el miedo innecesario deaparecerá. Recuerda el verdadero destino del samurái no es arrojarse sin miedo a la muerte sino entregarse con valor a la vida.