Un maestro del zen estaba agonizando, y sus monjes se hallaban reunidos alrededor de su lecho, desde el más antiguo hasta el monje más novato. El monje más antiguo se inclinó para preguntar al moribundo maestro, si tenía alguna lección final para sus monjes. El viejo maestro abrió lentamente sus ojos y en una débil voz susurró, «Dígales que La Verdad es como un río.»
El monje mayor pasó este fragmento de conocimiento al monje que estaba a su lado, y así, sucesivamente, fue circulando alrededor del cuarto.
Cuando las palabras alcanzaron al monje más joven, él preguntó, «¿Qué nos quiere decir con que ‘La Verdad es como un río’?».
La pregunta fue de vuelta, pasando por toda la habitación, al monje mayor, éste se inclinó sobre la cama y preguntó, «Maestro, ¿qué quiere decir usted con: ‘La Verdad es como un río’?» El maestro abrió lentamente sus ojos y en una débil voz susurró: «Vale, La Verdad no es como un río».
Yo estos proverbios orientales no los entiendo nunca!
Nadie los entiende Paula, nadie, por eso son tan interesantes… (aunque, bueno, más bien no son proverbios, ¿eh?)
Son un poco como los Haikus esos de Vaca vaca vaca, por qué me casé contigo?
Esos los entiendo casi mejor. El martes vuelvo sin falta!