Hace años, muchos, ojeando libros para alquilar en una biblioteca pública, recuerdo haber leído un cuento de Yukio Mishima en el que se describía un suicidio ritual o seppuku hasta en sus más vívidos detalles. El cuento se titulaba Yukoku, como el film, que significa Patriotismo, y me resultó espeluznante , fruto de la mente de un hombre profundamente transtornado pero a la vez ciertamente bello en su concepción romántica. Resulta que el propio Mishima, anticipándose a su propia muerte, filmó y protagonizó esta historia en la que un joven oficial y su mujer se dan muerte debido a la implicación de aquel en un fallido golpe militar contra el gobierno. Parece ser que a su mujer, una vez muerto su esposo y en la forma que lo hizo, no le pareció conveniente hacerla pública, con toda la lógica del mundo en mi opinión, así que decidió ocultarla hasta que en 2005 salió a la luz de nuevo.

La escena de la muerte del teniente Takeyama, interpretado por el propio Mishima,  delante de su mujer que a su vez se suicida mediante el procedimiento jigai, resulta aterradora e inquietante. Este tipo de crueldades inflingidas a sus propios cuerpos me hace pensar que no pocas crueldades el teniente Takeyama estaría dispuesto él mismo a someter a muchos otros seres humanos, como de hecho así sucedió por parte de la ejército imperial en la ocupación de China – el cuento transcurre en el año 1936 – y poco tiempo después lo haría durante la II Guerra Mundial en otros territorios ocupados.

No obstante esto último, pervive, como siempre, la dicotomía entre barbaridad y belleza desmedidas que sólo el pueblo japonés a lo largo de su historia, siendo Mishima un claro ejemplo, ha logrado convertir en un una seña de identidad.

El vídeo dura aproximadamente treinta minutos, y la escena del hara-kiri, corte del vientre, comienza sobre en el minuto 16:45 durando unos cinco minutos sumamente agobiantes.

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