Muchos alumnos se preocupan por su descoordinación, por no acordarse de los nombres de las técnicas, por tener miedo de las caídas, de los exámenes, del dolor y de otras tantas cosas más. Y yo digo que no debería ser así. Bueno, no debería ser así siempre que no haya nadie esperando para atizarte un directo o dislocarte el codo en algún entrenamiento y/o competición, naturalmente.
Y como en nuestro caso, en el aikido, no es así, el alumno debería exclusivamente estar preocupado por cual es su actitud al afrontar esos problemas en su desarrollo. Los tiempos en las artes internas o en las artes tradicionales, exentas de la presión de la competición, son diferentes. Porque nadie va darnos una medalla por realizar bien ikyo, ni por saltar más alto que el de lado, ni por caer más veces que un compañero, ni por bloquear más veces sus técnicas, a pesar de que alguno haya que piense que ésto último es el objetivo definitivo de la práctica. Es en la vida cotidiana fuera del dojo, con nuestros amigos, en nuestros trabajos, con nuestras familias, elementos que son en definitiva lo que cuentan en nuestro camino vital, donde seremos mucho más felices si hemos trabajado una actitud adecuada dentro del dojo.
Los profesores no podemos enseñar la aptitud, innata e impresa en los genes de cada uno, sin embargo es nuestro deber determinar cual es la actitud más adecuada en cada área de estudio. Y el del alumno, asimilarlo.
Es notable el esfuerzo técnico que muchos realizan en sus entrenamientos sin resultado. En muchos casos es muy probable se trata de una simple actitud inadecuada. El continuo empeño, normal por otro lado, de tratar de afrontar el estudio y conocimiento del aikido por los mismo métodos y razonamientos que hemos entendido toda la vida otras enseñanzas, es un lastre del que debemos desprendernos cuanto antes.
¡Qué obsesión con racionalizarlo todo!
Unas pistas para practicar aikido:
- No tratar de entender, sólo practicar.
- No tratar de competir, sólo practicar.
- No tratar de explicar, sólo practicar.