Una de las características que en mi humilde opinión debe tener todo aikidoka, es la curiosidad de un niño de 5 años. Y como un niño de cinco años debe aplicarla sin los conocimientos de educación que se le presuponen a un adulto de 37 años. Me explico: cuando dos “adultos” hablan, en este caso shodan, nidan, etc…, sobre aikido, el “joven” debe poner la oreja y tratar de “robar” preciados conocimientos y detalles sin interrumpir ni estorbar y sin miedo a la falta de educación que es escuchar otra conversación ajena a él sobre Aikido dentro del Dojo o el tatami.
Con esta excusa, después de disfrutar de una intensa e interesante clase matutina un sábado de febrero, me hallaba pegándome con los pliegues de mi hakama cuando dos de nuestros siempre queridos invitados en este tipo de “fiestas” intercambiaban opiniones sobre las técnicas y desarrollos ejecutados durante la práctica. En el trascurso de la misma, y aquí cito al autor (porque una cosa es robar los conocimientos y otra muy distinta es enarbolarlos como propios) D. Sergio Torres Prieto 5º Dan Aikikai (Sangenkan Dojo) desveló la “Teoría del Hombre Torcido” dentro del Aikido.
Desde su creación, el aikido se ha caracterizado por una ausencia de estereotipo físico entre sus practicantes, desde los altos y pesados hasta pequeños y ágiles, sin distinción de genero ni de ninguna otra cualidad que potencie la efectividad del arte. Puede ser igual de impresionante en la ejecución de las técnicas un hombre corpulento a una mujer de reducido tamaño.
No así el tipo de oponente o agresor (uke). El aikidoka buscara siempre un tipo concreto de oponente, es decir, si le dan a elegir entre un tío alto fuerte con equilibrio y decisión y un tipo descoordinado incapaz de desarrollar la fuerza adecuadamente y que tropieza hasta con su sombra, vamos el denominado “Hombre Torcido”, elegirá siempre al segundo si ha de enfrentarse alguno de ellos (no creo que esta elección solo sea de los aikidokas en exclusividad). El problema viene cuando no hay capacidad de elección (o sea, siempre, a no ser que seas un busca grescas, lo que me llevaría a creer que no hubieses elegido el Aikido como forma de entrenamiento Budo). Entonces como puedo ejecutar mis técnicas si no tengo un “Hombre Torcido” delante mío para que se realicen con la belleza de Tissier Shihan y la contundencia de Isoyama Shihan.
En ese punto nos encontramos ante la “búsqueda del Hombre Torcido” y en esta parte la conversación empezó a convertirse en mi único foco de atención, en detrimento de mi hakama, la cual estaba en mi tercer intento de plegado y doblaje correcto.
En la búsqueda del Hombre torcido, la principal arma, y única al parecer, es el control del equilibrio (o desequilibrio “kuzushi”); lo cual no nos sorprende, pero la teoría va más allá. Desde el inicio de la confrontación tori ya debe generar en uke la necesidad de convertirse en el “Hombre Torcido” que todo aikidoka necesita para desarrollar su arte. En el mismo momento que uke inicia su movimiento (incluso antes, con la mera intención de uke) toda la labor de tori es la toma del control del equilibrio de todo. Con “todo” quiero decir de uke, de tori y del medio en el que ambos se mueven y del movimiento de ambos. Siempre se critica a los aikidokas que facilitamos las técnicas (que nos dejamos caer), la realidad es que cuando se empieza a tomar conciencia de que va esto del Aikido, es que uke nunca tuvo opciones de victoria. Lo que se ve es lo siguiente: uke lanza un ataque a tori, tori se mueve y se coloca detrás de uke (utilizaré iriminage como ejemplo) y ambos giran en una bella espiral descendente hasta que en un momento preciso tori y uke giran para tori corte el movimiento y uke haga una caída (y se deja caer bellamente). La realidad es otra; uke ataca a tori y tori entra y toma el control del equilibrio del “único” cuerpo en el que se han convertido tori y uke (dos cuerpos cuatro brazos, cuatro piernas y una única voluntad, la de tori), dirige ese “cuerpo” en espiral buscando el punto de ruptura completa de la voluntad de uke (uke por su parte no puede hacer nada, trata por todos los medios de no caer como un tronco, sin éxito, y de entender que está ocurriendo con su cuerpo), una vez en ese punto tori corta el movimiento y en su grandísima benevolencia coloca el cuerpo de uke para que pueda caer sano y dignamente. En el utópico caso de una confrontación real tori no sería tan amable de colocar en la última fase a uke para la caída y seguro que la palabra atemi aparecería en más de una de las fases.
La conclusión de todo esto es que, indiferentemente de la técnica que se quiera aplicar y que en algunos casos no sería ni necesaria, debemos buscar convertir a todos nuestros ukes en el Hombre Torcido, en ese muñeco dummy, que todo aikidoka requiere y necesita para vivir feliz y en paz.
Y en estas me encuentro analizando cual ojo biónico de un Terminator T-800, pesos, vectores de movimiento, etc. de todo el mundo en el metro de Madrid, aunque me temo que la señora que rápidamente ha guardado su teléfono y agarra el bolso con los nudillos blancos no ha entendido que estoy trascendiendo en mi búsqueda del Hombre Torcido y de ahí mi mirada inquisitoria.
En definitiva y usurpando una vez más las palabras del Sensei Sergio Torres Prieto;
“PONED UN HOMBRE TORCIDO EN VUESTRA VIDA»
Pd. Al final conseguí arreglar, más o menos, la hakama en mi sexto intento, no os preocupéis. Y me he apuntado a bailes de salón por aquello de armonizar movimientos.
Rafael Montero Tenllado, 1 kyu.
Aikido Shoshinshakai, febrero 2017.