Mi Maestro nunca se cansa de repetir que lo importante del aikido no es la defensa, sino el aplicar las enseñanzas de este arte a la vida real. El Maestro, como su nombre bien indica, tiene razón, y ese concepto en un principio abstracto va tomando forma con el paso del tiempo.
Un día empezamos a entender que el aikido es en verdad la representación de algo mucho más complejo, mucho más grande, que nos muestra lo lento que es el aprendizaje, lo duro que es. Lo necesaria que es la fuerza de voluntad y el coraje para seguir siempre adelante. Que hay cosas que por mucho que te expliquen una y mil veces sólo puedes aprender tú mismo cuando llega tu momento. Que es gratificante ayudar a los demás. Que por mucho que sepamos, siempre queda algo por aprender.
El aikido enseña paciencia, constancia, perseverancia y valor para enfrentarnos a todo. El aikido es el camino.
En muy raras ocasiones, Paula, enseñar es una actividad reconfortante. Antes bien, es muy habitual que sea frustrante y harto extenuante. Sin embargo, los que tenemos esa vocación la seguimos realizando machaconamente. ¿Por qué? Pues porque yo creo que somos un poco adictos. Adictos a la maravillosa sensación que se produce cuando alguno de tus alumnos ve un destello de lo que quieres transmitir. Y yo veo aquí uno de esos destellos.
En verdad que creo que el preciso instante en que te das cuenta del sacrificio y superación constantes que necesitarás para andar un camino, es simple y llanamente porque ya estás en él, andándolo.
¡¡¡Que bonito Paula!!!
¡Y que acertado! ¡Me ha gustado tanto que lo he compartido en mi facebook!
Un abrazo y gracias.
Ayyy que me pongo roja!! Muchas gracias 🙂
Muy bueno, sigue adelante, no tengas desesperanza en tu camino, que pronto hallarás tu Ki.
El aikido es el camino.
Gracias Paula