This entry is part 3 of 4 in the series Serie Completa "Los de las falditas se tiran"

Y llegamos al último cajón, al que denomino el de las “artes marciales”, compartimento al menos tan complejo con el anterior e igualmente permeable hacia / de los deportes de combate en algunos casos. Los más altos exponentes de este apartado serían, a mi juicio, los bugei japoneses, o sus equivalentes en todo el oriente, los llamados Koryu Budo. Artes de guerra que han  permanecido fieles a sus tradiciones durante siglos, prácticamente sin modificaciones, y que no han entrado en el juego occidental de la competencia. Asimismo, en el mismo cajón pero no revuelto tenemos otra subdivisión el de las Gendai Budo (en contraposición a Bu-jutsu) artes marciales de nuevo cuño surgidas durante o posteriormente al período Meiji a raíz de los profundos cambio socio-culturales con los que Japón afrontó su integración entre las potencias mundiales y que desarrollaron unos objetivos espirituales alejados del campo de batalla.

Indudablemente el aikido pertenece a este grupo porque cumple con los criterios necesarios, pero también es una rara avis dentro ellas. Y los es, a mi juicio, porque cumpliendo con los criterios de permeabilidad que comenté anteriormente, es de este grupo de artes marciales nacidas en este particular período donde muchas han decidido pasar a ser deportes de combate o, por lo menos, la gran mayoría de sus practicantes así han decidido enfocarlas, salvando excepciones, que las hay, que no ocultan la tendencia generalizada de sus grandes  federaciones internacionales. No ha seguido el aikido esa senda, permaneciendo alejado en su gran mayoría (no debemos olvidar el Shodokan Aikido, con buen número de practicantes, desarrollado por Sensei Tomiki que fue además excelente judoka) de los peligros emanados de la competición organizada y por lo tanto de la búsqueda de la victoria deportiva. Sin embargo esa consciente lejanía de este enfoque nos acerca peligrosamente a otra problemática que posteriormente desarrollaré.

El comienzo de la fragmentación

En su inicio todos los “DO” se mostraron como una evolución de las artes marciales de cada territorio manteniendo técnicas y enfoque ancestrales, pero sublimando su destino final de la victoria ante un oponente por la búsqueda de la victoria ante el propio ego y el afán de superación personal. Los “jutsu” se retiraron a sus cuarteles de invierno guardando celosamente sus escuelas de estilos (ryu) y quedaron relegados a una minoría de practicantes.

Donn F. Draeger

Sin embargo, aquellos, los “Do” pronto empezaron a derivar a posiciones más occidentales – la globalización, ya saben – y la posibilidad de salir fuera de Japón hizo que se crearan grandes intereses particulares y nacionales en mostrar las bondades de cada arte al resto del mundo. Empezaron a

“deportivizarse” muchos conceptos, a eliminarse técnicas sin aplicación en combate reglado por peligrosas o por dificultosas de realizar, a regularse cada enfrentamiento, a premiarse la eficacia por encima de la voluntad de transmisión de un “concepto” en forma de “danes” obtenidos con el peso aplastante de las medallas. Les recomiendo que lean a este respecto el indispensable texto de Donn F. DraegerLa integridad de los danes en el judo” que disecciona la situación creada con el abandono del sistema menkyo kaiden por el kyu-dan adoptado por practicamente la totalidad de las gendai budo.

Y después… lo inevitable, ya no era suficiente con ganar, ahora había que hacerlo cada vez más complicado, con menos reglas, más rápido, buscar que estilo era el superior, quien era el mejor “guerrero” paradójicamente en un mundo de guerra tecnológica, donde la muerte en batalla te puede alcanzar de mil maneras diferentes antes de estar  siquiera a distancia de lapo de tu enemigo. Y las toneladas de testosterona que se mueven en este asunto no dejan indiferentes a los tiburones de las televisiones que han visto un filón inagotable en este sector.

Y aquí estamos nosotros, los aikidokas, justificándonos continuamente ante quien no tiene nada que exigirnos. Por mil razones. Por ser bailarinas, por tirarnos, por no ser efectivos, por, en definitiva, ser un fraude.  Y entonces, a muchos iniciados les surge la pregunta: ¿lo somos?. ¿Cómo, ustedes que les supongo practicantes de aikido y por eso están por aquí, encajamos en todo este batiburrillo de sistemas de combate, de lucha, de deportes de combate y artes marciales donde la efectividad y/o la consecución de objetivos deportivos son los principales objetivos?

Intentaré comentarlo en la siguiente y última entrada de esta serie.

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